Biografía

Hijo de padre italiano y madre indígena. A los 15 años se traslada a Valencia donde conoce a Braulio Salazar, quien lo orientará en los primeros años de su actividad plástica y lo estimula a formalizar sus estudios de arte. Mejíaz ingresa en 1948 a la Escuela Arturo Michelena, donde permanece hasta 1952. En 1955 es designado profesor asistente de escultura y cerámica de esa institución. Bajo la influencia de Siqueiros se interesa en la pintura realista social. Director fundador de la Escuela de Artes Plásticas Armando Reverón de Barcelona (Edo. Anzoátegui) en 1958, asume en 1962 la dirección de la página de arte del diario La Antorcha (El Tigre, Edo. Anzoátegui). En dos ocasiones tiene oportunidad de viajar al exterior con modestas becas de la empresa privada, aunque es a los 33 años cuando se radica en París, el 1 de mayo de 1964, con una beca del ME que le concede el ministro J.M. Siso Martínez por intermedio de Arturo Croce. Antes de su viaje realiza una importante individual en el Ateneo de Valencia (Edo. Carabobo), donde expone 38 óleos y 11 esculturas.

En París se encuentra con Oswaldo Vigas. Los primeros meses europeos fueron de visita a museos aunque inicia su participación en exposiciones colectivas, como la realizada en el Salón Latinoamericano en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de París en 1965. Incursionó en muchas formas de pintura: realismo social, impresionismo, cubismo, expresionismo, etc., sin embargo, más por una carencia —el costo de los pinceles— que por un recurso técnico, descubre las inmensas posibilidades de esparcir pigmentos de óleo con trapos y disolvente que, junto a la técnica del frottage, el artista lleva a un grado de maestría. Entre 1970 y 1975 da forma a su actual estilo sin un programa previo aunque Mejíaz ha sabido diferenciarse del automatismo o de los cadáveres exquisitos de los surrealistas. En su obra es palpable la influencia del artista chileno Roberto Matta, con quien ha expuesto desde 1967. La pintura de ambos tiene propósitos similares pero son y parten de procesos distintos. En Mejíaz hay una intensidad de dominio físico corporal de las energías interiores volcadas en la acción del dibujo. Las pinturas, ilustraciones y decoraciones murales de ese tiempo han sido rotuladas por la crítica como surrealistas, fantásticas, visionarias, de ciencia-ficción, viscerales, de paisajes interplanetarios, etc., clasificaciones que el artista desdeña. Su primera preocupación « fue la de profundizar su visión para privarla de referencias identificables. Su paisaje deberá ser simultáneamente y a la par interior y exterior, característica que será, de ahora en adelante una de las marcas fundamentales de este su arte que nos impone la prohibición de poder determinar exactamente la dimensión de sus quimeras microscópicas o de sus enormes, necesariamente, monstruos » (Bosquet, 1980, p. 51).

Durante 20 años, Mejíaz estuvo alejado del medio artístico venezolano, aunque en Francia frecuentó a Poleo y a Soto. Este silencio se rompe en 1981 cuando amigos del pintor lo presentan en la Bienal de Arte Venezolano en Caracas y en el XXXIX Salón Arturo Michelena, donde recibe el Premio Arturo Michelena. Ese mismo año había participado en el Gran Premio de Montecarlo y ganado el Premio Société des Bains de Mer (Gran Premio de Montecarlo, Mónaco). También en este año, la Sociedad Internacional de los Artistas Japoneses seleccionó una obra suya como una de las mejores 25 entre un conjunto de 312 de 46 países. En 1988 es invitado de honor del Salón de Primavera, Maison Alfort en Francia. Hasta su muerte residió en Francia, país que le concedió su ciudadanía. La GAN posee, de Mejíaz, Cosmos B (1972), Transmutaciones (1978) y Autorretrato 19 (1983); sin embargo, gran parte de su producción artística se encuentra en Europa. Los viajes a su país natal a partir de la década de los ochenta propiciaron series pictóricas en las que el trópico y la luz se dejan sentir en el proceso creativo. En sus últimos trabajos ha incorporado personajes, generalmente niños o parejas que superficialmente pudieran asociarse con una regresión a su pasado vinculado al realismo social o a reminiscencias de la primera edad.